viernes, 19 de junio de 2015

Cientificos advierten: al mundo le quedan 100 años de vida

 


A días de que Papa Francisco presentara la Laudato si, la encíclica en la que llama a una revolución cultural para salvar al planeta del calentamiento global, se suman las voces que, desde la ciencia, auguran que no le queda mucha más vida al mundo.

En un artículo publicado por Reuters esta semana, el ingeniero y escritor estadounidense David Auerbach recuperó una teoría esbozada en 2010 por el reconocido microbiólogo australiano Frank Fenner.

El científico, que a lo largo de su trayectoria fue fundamental para erradicar la viruela, y que recibió condecoraciones como el Premio Mundial de Ciencias Albert Einstein y una Medalla de la Organización Mundial de la Salud, sostuvo que el planeta colapsaría hacia el año 2100.

No es que la Tierra sencillamente desaparecería, sino que las condiciones ambientales harían imposible la vida para muchas especies, incluido el ser humano. Las claves explicativas de su hipótesis son la superpoblación, la destrucción del medio natural y el cambio climático.

Lo más alarmante del planteo de Fenner, que murió en 2010, es que se trataría de un proceso irreversible. Las transformaciones provocadas en el planeta desde la primera era de la industrialización fueron tan grandes que ningún cambio, por más rotundo que sea, podría evitar el fin.

Su visión del futuro era verdaderamente apocalíptica. Para él recién estamos viendo los efectos iniciales del calentamiento global, que rápidamente desencadenará un agotamiento de los recursos naturales. Ese proceso, sumado al incesante incremento de la población, daría lugar a que se desaten cruentas guerras por la comida.

Lo cierto que la mayoría de los científicos no son tan pesimistas. Pero todos coinciden en que, de no hacer cambios drásticos -una "revolución cultural", en palabras del Papa-, las condiciones de vida en la Tierra terminarán volviéndose insostenibles. Tarde o temprano.

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Fracasa el segundo ensayo del "platillo volador" marciano de la NASA

 
 
La segunda prueba del desacelerador supersónico de baja densidad (Low-Density Supersonic Decelerator, LDSD) con forma de platillo volador, diseñado para transportar misiones tripuladas y no tripuladas a Marte, resultó infructuosa, informó la página web de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA en inglés).
 
Según la nota de la NASA, el paracaídas del aparato no funcionó según lo previsto y el LDSD cayó en el Pacífico cerca de la isla hawaiana de Kauai.
 El comunicado indica que las demás etapas del ensayo, realizado el pasado lunes, transcurrieron como estaba programado: el aparato comenzó su ascenso a las 7.45, hora local (17:45 GMT), subió a una altitud de unos 37 km, se separó del paracaídas, luego el motor cohete lo llevó a unos 55 km de altitud.

Durante el primer ensayo del aparato, llevado a cabo en junio de 2014, el paracaídas no se infló debidamente, a pesar de lo cual la NASA calificó la prueba como exitosa, si bien modificó el diseño del LDSD.

El LDSD, cuyas pruebas comenzaron en 1976, permitirá doblar el volumen de cargas suministradas a Marte y aumentar la exactitud del aterrizaje.

Un fármaco para la osteoporosis parece ser eficaz en el control de la diabetes

 

 WIKIMEDIA

El fármaco, que inhibe la descomposición natural de los huesos, también ha demostrado tener potencial en cáncer de próstata

Un fármaco que se emplean habitualmente para tratar la osteoporosis también estimula la producción de células que controlan el balance de insulina en ratones diabéticos. Y aunque otros compuestos también parecen tener este efecto, este medicamento (denosumab) ya está aprobado lo que agiliza el paso a ensayos clínicos como un posible tratamiento para la diabetes.

La diabetes es un problema de salud importante en todo el mundo que surge debido a una deficiencia de las células beta productoras de insulina en el páncreas. En la tipo 1, las células beta mueren a causa de un ataque erróneo del sistema inmune del cuerpo; en la tipo 2, el organismo se vuelve resistente a la insulina de las células beta y trata de compensarlo mediante una mayor producción, lo que puede agotarlas.

Por lo tanto, es primordial para combatir la diabetes encontrar maneras de aumentar el funcionamiento de las células beta; desafortunadamente las células beta adultas son muy resistentes a dividirse y crecer.

Relación molecular

En el nuevo estudio que se publica en «Cell Metabolism» los investigadores del hospital Monte Sinaí en Nueva York (EE.UU.) han descubierto una relación entre una vía relacionada con la formación de hueso y la proliferación de las células beta pancreáticas. «El estudio identifica un freno molecular que inhibe la replicación de las células beta tanto del ratón como humanas», explica el autor principal, Rupangi Vasavada. 

Además, identificaron una proteína relacionada con el hueso llamada osteoprotegerina (OPG) que se expresa en altos niveles en diversas situaciones, como en el embarazo y la obesidad, que promueven la expansión de las células beta. Estos hallazgos sugieren que OPG puede estar implicada directamente en el crecimiento de las células beta.

Vasada añade que esto demuestra que dos proteínas, incluyendo este medicamento para la osteoporosis ya aprobado, «pueden anular y accionar este freno en la inducción de la proliferación de células beta humanas y de ratones», añade Vasavada.

Su equipo se encuentra analizando cómo denosumab y OPG modulan el crecimiento y la función de las células beta. También están interesados en iniciar ensayos clínicos en pacientes con diabetes que también están siendo tratados para la osteoporosis con denosumab u otros fármacos. 

Un estudio de 2013 de mujeres posmenopáusicas tratadas con denosumab no encontró ningún efecto sobre el metabolismo de la glucosa, pero se necesitan más pruebas porque las participantes no eran diabéticas.

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Los tratamientos oncológicos triplican el riesgo de complicaciones cardiovasculares

FLICKR

El simposio de cardio-oncología que se celebra estos días destaca que el daño es reversible si se detecta a tiempo

La tasa de supervivencia de los pacientes con cáncer se ha incrementado en los últimos años, hasta llegar al 90% de curación en algunos casos o a convertirse en una patología crónica en otros. Esto ha permitido detectar problemas que antes pasaban inadvertidos. Uno de ellos, que ha merecido atención preferente en el último congreso de la Sociedad Americana de Oncología Clínica, es el efecto tóxico para el corazón de algunos de los tratamientos para vencer el cáncer. 

En algunos casos el riesgo de complicaciones cardiovasculares a largo plazo se triplica y muchas veces aparecen varios años después de que el paciente haya vencido el tumor, disminuyendo su calidad de vida. De hecho la toxicidad cardiovascular por los tratamientos oncológicos es la causa más frecuente de mortalidad en mujeres que sobreviven a un cáncer de mama o a un linfoma de Hodgkin. 

Para atajar esas complicaciones y alertar a los especialistas en oncología y cardiología de los retos en el tratamiento de los pacientes con cáncer, la Sociedad Española de Cardiología y la Fundación Española del Corazón, junto con la Fundación Ramón Areces y la participación de la Sociedad Española de Oncología Médica han organizado el I simposio internacional de cardio-oncología. 

Más de 300 especialistas de varios países debatirán sobre la mejor manera de cuidar a los pacientes oncológicos y la necesidad de detectar precozmente los problemas cardiacos por la toxicidad de la quimio y radioterapia para las céluas del corazón. Y es que la cardiotoxicidad secundaria al tratamiento oncológico es una causa evitable de insuficiencia cardiaca y casi en un 80% de los casos la detección y el tratamiento precoz mejora la supervivencia libre de complicaciones de las personas que han vencido al cáncer. Por el contrario, si se interviene cuando los síntomas afloran, la probabilidad de recuperación completa se reduce a pesar de recibir un tratamiento óptimo.

Cuando un paciente llega a una unidad de oncología, lógicamente la atención se centra en el tratamiento del cáncer, pero se cuida poco la parte cardiovascular. “Esa es la realidad del 80% de los centros en España, e incluso en Estados Unidos, donde existen unidades específicas de cardio-oncología. En algunos casos, los facultativos aconsejan abandonar el tratamiento de patologías cardiovasculares previas. 

Es cierto que estos pacientes, con el tratamiento oncológico, a veces tienen alteraciones, como bajadas de tensión o más cansancio. Hasta ahora se interpretaba que parte de estos problemas podían deberse a los fármacos habituales para tratar las patologías cardiacas o la hipertensión. Sin embargo, en muchos casos pueden resolverse ajustando la medicación a la nueva situación del paciente, sin necesidad de suspenderla”, advierte la doctora Teresa López, del Servicio de Cardiología del Hospital Universitario La Paz, de Madrid, y coordinadora del programa científico del simposio. 

Y es que, “la mayoría de los fármacos que toman los pacientes para regular su tensión arterial protegen el corazón de los efectos secundarios de la quimioterapia. Tal vez haya que reducir la dosis, para que siga el efecto protector sin producir bajadas de tensión arterial importantes”, explica López. 

De igual forma no controlar el colesterol durante el tratamiento, descuidar la alimentación o prescindir del ejercicio físico tienen consecuencias para el corazón, y puede acarrear problemas años después. De hecho, explica la doctora López, “la creación de la Unidad de Cardiooncología de La Paz, la única especializada en España, tiene su origen en los problemas clínicos que estábamos encontrando en los supervivientes de cáncer. Encontrábamos pacientes de 50 años que, diez años después de vencer un cáncer de mama, 

llegaban con insuficiencia cardiaca grave y con pérdida de fuerza del corazón severa. Y en ese caso, aunque las pacientes mejoran, solo hay una recuperación parcial, pero no una normalización”.

En ocasiones las complicaciones cardiacas aparecen durante el tratamiento del cáncer, obligando a suspenderlo o modificarlo en un 20% de los casos. Sin embargo, cuando se piensa en la posible aparición de estas complicaciones y se detectan a tiempo es posible reducirlas sin que interfieran con con la oncoterapia, explica Juan Carlos Plana, cardiólogo del Baylor College of Medicine de Houston. 

Para la detección precoz hay marcadores específicos, que ponen sobre la pista de que el corazón empieza a resentirse, a pesar de que no haya síntomas clínicos. Hay proteínas que se detectan en sangre (biomarcadores) que cuando se elevan indica que están muriendo células cardiacas por efecto de la oncoterapia, y delatan la presencia de una lesión que aún no da síntomas y puede atajarse antes de cause daños irreversibles.

También hay novedades en técnicas de ecocardiografía, que permiten medir la deformación del corazón cuando late. “Tenemos la idea de que el corazón expulsa la sangre juntando sus paredes, y no es así. Se contrae de la misma forma que escurrimos una bayeta de la cocina, con una cierta torsión. Y esa torsión da idea de su eficiencia. El ecocardiógrafo básico no tiene en cuenta esa torsión. Y el corazón tiene que estar muy afectado para que se detecten las anomalías y en ese caso el tratamiento es menos efectivo”, explica. Sin embargo, la nuevas técnicas de ecografía permiten detectar las alteraciones de la torsión de forma precoz y el tratamiento impide que el corazón sufra un disfunción ventricular.

El paciente tiene que estar involucrado en este proceso, y preguntar a su médico por los daños que el tratamiento oncológico puede producir en el corazón y qué puede hacer para minimizarlo, destaca Miguel Ángel García Fernández, secretario de la Sociedad Española de Cardiología. Además debe informar a su oncólogo de sus antecedentes cardiológicos y otras enfermedades crónicas que aumenten el riesgo cardiovascular, como hipertensión o diabetes. 

En cuanto a los síntomas que puede percibir el paciente durante el tratamiento oncológico o con posterioridad a este que pueden delatar que el corazón está siendo afectado, la doctora Pilar Zamora, oncóloga del Hospital La Paz, destaca papitaciones, taquitardia, aumento de la tensión arterial, mareos o cualquier otro síntoma que no sepan a qué atribuir. 

Fundamental, destacaron los especialistas, la colaboración estrecha entre cardiólogos y oncológos y la creación de unidades de cardio-oncología en nuestro país. Además incidieron en la importancia de elaborar protocolos que ayuden a controlar factores de riesgo como la hipertensión, la glucemia, el colesterol y la función cardiaca mediante técnicas de imagen y biomarcadores. Unos protocolos que son esenciales para el diagnóstico precoz del daño cardiaco y la mejora de los resultados cardiológicos de las terapias oncológicas. 

Pilar Quijada
http://www.abc.es 

Miles de millones de planetas en zona habitable, solo en nuestra galaxia


Nuevos cálculos implican la existencia potencial de mucha agua y, lo más importante, de mucha vida

Hasta ahora, los astrónomos han descubierto ya miles de exoplanetas en nuestra galaxia, la Vía Láctea. Mundos lejanos que giran alrededor de otras estrellas y muchos de los cuales, además, forman parte de sistemas planetarios que recuerdan a nuestro Sistema Solar. La sonda Kepler, especialmente diseñada para esta búsqueda, es el instrumento que más planetas extrasolares ha descubierto hasta ahora. 

Y ha sido precisamente utilizando sus datos como un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Australia y el Instituto Niels Bohr, en Copenhague, ha calculado cuál es la probabilidad de que las estrellas de nuestra galaxia tengan planetas en la zona habitable, esto es, a la distancia precisa de ellas para permitir que exista agua líquida en sus superficies.

Los resultados han sido sorprendentes. De hecho, los cálculos muestran que miles de millones de estrellas de nuestra galaxia pueden tener entre uno y tres planetas en sus zonas habitables, lo que implica la existencia potencial de mucha agua y, lo más importante, de mucha vida. El esperanzador estudio se publica hoy en Monthly Notices of the Royal Astronomical Society.

Gracias a los instrumentos del Kepler los astrónomos han descubierto ya cerca de mil planetas alrededor de estrellas de nuestra galaxia y trabajan ahora para confirmar otros tres mil potenciales. Muchas estrellas cuentan con sistemas que contienen entre dos y seis planetas, aunque podría ser que hubiera más fuera del alcance de los instrumentos de la sonda Kepler, que está mejor equipada para buscar mundos grandes y que estén relativamente cerca de sus soles. 

Pero los mundos que orbitan muy cerca de sus estrellas suelen ser demasiado calientes para la vida. Por eso, los investigadores han tratado de averiguar si también podría haber mundos algo más lejos de esos soles, en sus zonas habitables, donde el agua y la vida son teóricamente posibles. Para conseguirlo, los autores del estudio han llevado a cabo una serie de cálculos basados en una nueva versión de un método que tiene ya 250 años de antigüedad y que se conoce como la Ley de Titus-Bode.

Una ley planetaria

Formulada alrededor del año 1770, esta ley permitió calcular la posición exacta de Urano mucho antes de que fuera descubierto. La Ley de Titus-Bode afirma que existe una relación entre los periodos orbitales de los distintos planetas de nuestro sistema solar. Así, la relación entre el periodo orbital del primer y segundo planeta es la misma que existe entre el segundo y el tercero, que entre el tercero y el cuarto y así sucesivamente. 

Por eso, si sabemos cuánto tardan algunos de los planetas en completar una órbita alrededor de su estrella, es posible calcular cuánto tardarían otros planetas que aún no conocemos en hacer lo mismo, lo que nos permitiría calcular su posición.

"Decidimos usar este método para calcular las posiciones potenciales de planetas en 151 sistemas en los que Kepler ya había encontrado entre tres y seis mundos -explica Steffen Kjaer Jacobsen, del Instituto Niels Bohr-. En 124 de los sistemas planetarios, la Ley de Titus-Bode logró fijar la posición de los planetas. 

Usando el mismo método, intentamos predecir dónde podría haber más planetas algo más externos en esos sistemas solares. Pero sólo hicimos los cálculos para planetas cuya existencia pudiera después ser confirmada con los instrumentos del propio Kepler".

En 27 de los 151 sistemas planetarios analizados, los planetas observados no se ajustaban, a primera vista, a la Ley de Titus-Bode. Por lo que los investigadores intentaron encajar los planetas en el "patrón" en el que los planetas deberían ubicarse. Luego añadieron los planetas aparentemente "perdidos" entre los que ya eran conocidos y añadieron, por último, un planeta adicional en cada sistema, más allá del mundo más lejano conocido.

De este modo, lograron predecir un total de 228 planetas en los 151 sistemas planetarios.
"Hicimos entonces una lista prioritaria con 77 planetas de 40 sistemas planetarios -explica Jacobsen-. Los que tenían más posibilidades de ser vistos por Kepler. Y animamos a otros investigadores a buscar esos mundos. Si los encuentran, sería un indicativo de que el método se sostiene".

Los planetas más cercanos a sus estrellas están demasiado calientes como para tener agua y vida. Y los más alejados tampoco sirven por todo lo contrario: son demasiado fríos. Pero entre estos extremos está la zona habitable, donde el agua y la vida son teóricamente posibles. Por supuesto, la zona habitable varía de estrella a estrella, y depende de lo grande y brillante que ésta sea. 

Por eso, los investigadores calcularon el posible número de planetas en las zonas habitables basándose en esos mundos "extra", que habían añadido a los 151 sistemas planetarios estudiados siguiendo la Ley de Titus-Bode. Y el resultado fue de entre uno y tres planetas en la zona habitable para cada uno de los sistemas.

Sólidos y con agua líquida

Más allá de los 151 sistemas planetarios analizados, los científicos se fijaron también en otros 31 sistemas en los que ya se ha descubierto algún planeta en las zonas habitables o en los que bastaba con añadir un solo mundo extra para llevar a cabo los cálculos.

"En estos 31 sistemas planetarios -asegura Jacobsen- nuestros cálculos mostraron que tienen una media de dos mundos dentro de la zona habitable. Según las estadísticas y las indicaciones que tenemos, un buen porcentaje de esos planetas serían sólidos, con agua líquida y con posibilidades de albergar vida".

Si extrapolamos estos resultados al resto de nuestra galaxia, significaría que sólo aquí, en la Vía Láctea, podría haber miles de millones de estrellas con planetas en la zona privilegiada para la vida. Jacobsen asegura que lo que pretende ahora es animar a otros investigadores para que rebusquen en los datos de Kepler y comprueben si los planetas predichos por él y su equipo existen realmente y se encuentran en las posiciones calculadas.

josé manuel nieves
http://www.abc.es