Si hay un cometa que ha dejado intrigados, sorprendidos y confusos
alguna vez a los científicos, ese es, sin ninguna duda, el cometa Ison.
Después de haberlo dado prácticamente por perdido, la NASA acaba de
anunciar que es posible que la roca helada haya sobrevivido a su máximo
acercamiento al Sol, ocurrido la tarde de ayer.
En la imagen de SOHO, puede verse aún parte del cometa pasando al Sol.
En un principio, los astrónomos anunciaron que probablemente el cometa
había sido aniquilado por el calor, las radiaciones y la gravedad cuando
pasó a 1.800.000 km del centro solar.
Varios observatorios confirmaron
que el cometa parecía haberse debilitado mucho durante el vuelo suicida
y, en un augurio aún peor, el Observatorio de Dinámica Solar (SDO) de la
NASA no observó ni rastro del cometa, por lo que muchos científicos
creyeron que se había roto y desintegrado por completo antes de llegar
al perihelio, la máxima proximidad.
Sin embargo, en un comportamiento que la NASA califica de
«sorprendente», el Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO) de la NASA y
la Agencia Espacial Europea (ESA) observó horas después material
brillante del cometa en el otro lado del Sol.
Qué es lo que queda no está claro:
¿simples escombros o una porción de
núcleo del cometa?
Los análisis de los científicos que forman parte de
la Campaña de Observación del cometa Ison de la NASA sugieren que hay al
menos un pequeño núcleo intacto. Pero, por el momento, se desconoce su
tamaño. Como bien decía en su blog el astrofísico Karl Battams, que
participa en la campaña de seguimiento del cometa, «si hay un núcleo,
todavía es demasiado pronto para decir cuánto tiempo va a sobrevivir. Si
sobrevive unos pocos días, es demasiado pronto para decir si el cometa
será visible en el cielo nocturno.
Si es visible en el cielo nocturno,
es demasiado pronto para decir lo brillante que será…». Todo está en el
aire.
La historia se repite
Hace 40 años, en 1973, se descubría un cometa que sería visible a simple
vista a finales de diciembre del mismo año. Caracterizado por una
órbita muy excéntrica, el cometa provenía probablemente de la nube de
Oort: de aquella zona en la que parecen relegados miles de millones de
núcleos cometarios.
El astro fue descubierto por el astrónomo Lubos Kohoutek del
observatorio de Hamburgo y alcanzó el perihelio (mínima distancia del
Sol) el 28 de diciembre de 1973, pasando a sólo 21.000.000 km. de
nuestra estrella (alrededor de 1/3 de la distancia Sol-Mercurio).
Precisamente a causa de este paso muy próximo se esperaba que el núcleo
del cometa, estimado en unos 20 km de diámetro, desarrollara una enorme
cola y que como consecuencia de ello el Kohoutek se convirtiera en el
cometa más espectacular del siglo.
Pero el fenómeno esperado no se
produjo: el Kohoutek se hizo visible a simple vista, pero no fue más
brillante que una estrellita de cuarta-quinta magnitud.
Kohoutek, un aspirante fallido al título de “cometa del siglo”.
El popular escritor y divulgador científico Isaac Asimov cuenta la
desilusión que acompañó a este fenómeno, debido probablemente a que el
núcleo cometario no era muy rico en elementos volátiles y, por lo tanto,
no reaccionó como se esperaba al calor irradiado por el Sol.
El astrónomo Kohoutek, el propio Asimov y otros apasionados habían
organizado un crucero en el transatlántico «Queen Elizabeth ll”, en
plena Navidad de 1973, para observar al cometa desde latitudes más
propicias, pero el tiempo fue pésimo y, cuando las nubes se despejaron,
apenas se pudo ver a simple vista.
Mientras tanto, desde los observatorios astronómicos de medio mundo se
llevaron a cabo importantes análisis de la estructura y composición del
cometa. También los astronautas a bordo del laboratorio orbital Skylab
pudieron observarlo y fotografiarlo en diferentes longitudes de onda y
descubrir un inmenso halo de hidrógeno que le rodeaba.
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