El joven Miquel Piñol ya propuso, como ahora
hace el científico británico, una especie de «horizonte aparente», pero
su investigación pasó desapercibida para la comunidad científica.
NASA
Hace unas semanas, el físico británico Stephen Hawking causaba una considerable conmoción en el mundo académico al proponer, en una primera investigación todavía no revisada por pares, que los agujeros negros no existen como tal, sino que son algo muy distinto de lo que creíamos conocer.
En sus conclusiones, eliminaba el «horizonte de sucesos», la frontera invisible a partir de la cuál nada puede escapar, ni siquiera la luz, para apostar por un «horizonte aparente»
que mantiene prisioneras temporalmente la materia y la energía para
después liberarlas de nuevo. Cuando Miquel Piñol, un joven físico
español que actualmente trabaja en el Hospital La Fe de Valencia, leyó
estos resultados se quedó asombrado.
Hace cuatro
años, firmaba junto a Ignacio López-Aylagas, ingeniero informático, un
trabajo que se parece enormemente, en su concepción teórica, a lo que
ahora dice el científico de Oxford.
El artículo de los españoles apareció en Arxiv.org,
la misma plataforma online sostenida por la Universidad de Cornell para
prepublicaciones científicas que ha utilizado Hawking. Piñol, entonces
tan solo un becario de la Universidad de Barcelona, detallaba en su
escrito el concepto de «colapso asintótico»
que defiende su afamado colega y que no se había considerado con
anterioridad.
«Las estrellas, cuando tienen mucha masa, dejan de ser
estables y entran en un proceso de colapso, como un edificio que se
derrumba», explica Piñol. Entonces, la teoría clásica expone que todo el
edificio quedará reducido «al nivel del suelo como un montón de
escombros», formando lo que conoceríamos como un agujero negro.
«Sin
embargo, nosotros proponemos una solución alternativa: que ese edificio
(la estrella) cada vez se derrumba de forma más lenta, como si las vigas
y los ladrillos chocaran unas con otros relantizando el proceso.
Eso es
una solución asintótica,
como una tortuga que quiere llegar a la meta, pero cada día recorre una
distancia que es la mitad de la anterior y no llega nunca», apunta el
investigador.
Al igual que en el ejemplo del
edificio, los agujeros negros que conocemos son regiones del espacio
donde toda la materia está acumulada en un punto. A una cierta distancia
de este punto se encontraría el supuesto horizonte de sucesos, el
límite del agujero negro, de forma que todo lo que pase esa frontera ya
no tiene posibilidad de retorno.
Pero a partir de las ecuaciones de
Einstein, Piñol y López-Aylagas se dieron cuenta de que el horizonte de
sucesos no solo describe una superficie de la que no se puede salir,
sino una en la que no se puede entrar. «Si nada puede entrar, no podrá
crecer y no podrá formarse el horizonte de sucesos», apunta Piñol.
«Hoyos grises»
Lo que Hawking llama «horizonte aparente»
concuerda con las conclusiones de los españoles porque «se tiende a
formar un horizonte de sucesos pero nunca ocurre, la materia se acumula
cada vez más, pero no llega a cruzar ese límite, permanece cerca, como
le ocurre a la tortuga». De esta forma, la materia colapsante puede ser
emitida antes de pasar la famosa frontera.
Piñol cree que, por tradición, el agujero negro podría seguir llamándose así, pero el nombre técnico que él propondría sería astros asintóticamente colapsantes o, en palabras más sencillas, «hoyos grises, en el sentido de que no son ni tan agujeros ni tan negros».
Entonces, ¿son muy diferentes los
agujeros negros de lo que creíamos hasta ahora? A juicio del físico,
«vistos desde fuera no habría diferencias, la estructura interna sería
distinta y, a una cierta distancia, siempre que no sea demasiado cerca,
el efecto gravitatorio sobre la materia circundante sería absolutamente
la misma. Es como un huevo crudo y un huevo duro. La diferencia está más
allá de la cáscara, pero de la cáscara para fuera parecen completamente
iguales». El agujero negro, entonces, sería «como una cebolla con muchas capas que se va comprimiendo. Cada capa va acercándose al horizonte aparente sin cruzarlo».
¿Lo conocía Hawking?
Hace cuatro años, los autores
intentaron publicar el artículo en revistas, pero no se mostraron
interesadas. Sí recibieron atención de Dejan Stokovic, de la Universidad
de Buffalo (Nueva York), quien había llegado a las mismas conclusiones
con otros cálculos matemáticos.
Pero, ¿sabía Hawking de la existencia de
este artículo? «En su momento le escribí preguntándole qué le parecía
la idea y recibí una notificación de que le había llegado el correo,
pero que era un hombre muy ocupado y que probablemente tardaría tiempo
en leerlo.
No hubo más respuesta», recuerda Piñol.
El estudio de Hawking todavía está a
la espera de ser publicado en una revista científica. Piñol no cree que
cambie sus conclusiones pero quizás sí parte del método de cálculo para
llegar a ellas. Entonces se verá si, en realidad, el estudio español
fue un auténtico precursor del de Hawking.
judith de jorge
http://www.abc.es
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