Los ejecutivos de Fukushima1 admitieron que la central nuclear japonesa sufre la peor fuga de agua radiactiva desde 2011, así que el océano Pacífico corre un alto peligro de contaminación nuclear. Mientras tanto, ya se han registrado dieciocho casos de cáncer de tiroides infantil. Los médicos suponen que otros veinticinco niños podrían padecer la misma enfermedad. De todas maneras, todavía no hay nada que indique que el cáncer fuera provocado por la radiación emitida por la avería ocurrida en la central nuclear.
La
 Autoridad de Regulación Nuclear (ARN) nipona elevó el nivel de alerta 
al tercer grado. Esta decisión debe ser aprobada por los expertos del 
Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
En
 la provincia de Fukushima, todos los menores de dieciocho años son 
sometidos a examen médico para revelar las enfermedades oncológicas. 
Está previsto que los médicos examinarán a cerca de trescientas sesenta 
mil personas.
El
 agua radiactiva utilizada para enfriar los reactores se filtra de 
tanques deteriorados, lo que supone un peligro muy grave. Antes, los 
portavoces de TEPCO, la operadora de la central nuclear, anunciaron que 
las muestras de aguas subterráneas y agua de mar recogidas cerca del 
segundo bloque de Fukushima contienen una descomunal cantidad de 
estroncio y tritio. Comenta la situación Vladímir Chúprov, responsable 
del programa energético Greenpeace Russia:
–Son
 unas trescientas mil toneladas de agua contaminada que sigue almacenada
 en la planta nuclear, y trescientas toneladas que se vierten a diario 
al océano. Esparcidas por las corrientes, las partículas radiactivas 
alcanzan las costas de los países bañados por las aguas del Pacifico. No
 obstante, los altos niveles de radiación no llegan hasta EEUU o Rusia.
El
 océano corre un peligro muy grave. Según Vladímir Chúprov, aunque el 
nivel de radiación sea aceptable, las algas que acumulan las substancias
 nocivas y peces que se alimentan con las algas, podrían aumentar diez 
veces la concentración de partículas radioactivas en el agua.
Ígor
 Ostretsov, responsable de eliminar las consecuencias del siniestro en 
la central nuclear de Chernóbil, advierte del riesgo que corre la parte 
norteña del Pacifico:
–Hay
 que tener en cuenta que estas fugas suceden constantemente tras el 
accidente en Fukushima. Ya que la central no tiene capacidad para 
almacenar tanta cantidad de agua, utilizada para enfriar los reactores, 
la vierte al océano. Por más riguroso que sea el control, la situación 
se irá agravando haciendo inaprovechables los recursos marítimos.
China
 expresó su extrañeza ante lo ocurrido. “China espera que Japón tome 
todas las medidas indispensables para neutralizar las consecuencias del 
accidente”, afirman los medios aludiendo a la declaración oficial del 
gobierno de China.
Un
 fuerte terremoto que se produjo el 11 de marzo de 2011 y el posterior 
tsunami provocaron el accidente en la planta nuclear Fukushima 1. Se 
registraron varias explosiones y la filtración de partículas radiactivas
 al medio ambiente. Los ejecutivos de la planta insisten en que 
eliminaron las consecuencias del siniestro. Ahora los expertos nipones 
recalcan que este proceso requerirá unos treinta-cuarenta años más.
Los
 analistas rusos dudan de que los japoneses sean capaces de impedir la 
contaminación del océano por su propia cuenta. Vladímir Sliviak, el 
copresidente del grupo ecologista internacional ¡Ekozaschita! 
(¡Protección ecológica!) y el autor del libro Desde Hiroshima hasta Fukushima, comenta:
–Lamentablemente,
 hoy por hoy, es imposible aislar esta central, impidiendo así la 
contaminación radiactiva del ambiente. Es imprescindible desarrollar las
 tecnologías para prevenir semejantes catástrofes en el futuro.
Ígor
 Ostretsov está convencido de que la única manera de remediar la 
situación pasa por esfuerzos mancomunados y la elaboración de programa 
de rehabilitación.
El
 accidente en Fukushima 1 se considera el más grave sucedido durante los
 últimos veinticinco años, tras el de Chernóbil (1986).
Ahora
 Japón aprende de especialistas soviéticos que acudieron a Chernóbil en 
los primeros días del siniestro. Científicos ucranios y japoneses 
idearon un proyecto que permitirá monitorear las zonas cercanas de 
Fukushima y recoger los datos necesarios. El proyecto se pondrá en 
marcha el año que viene.
Foto: EPA 
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