sábado, 24 de agosto de 2013

La utilidad de los tumores

Científicos rusos estudian el uso que los genes hacen de estas mutaciones genéticas. Fuente: Ekaterina Chipurenko
La evolución no es posible sin la aparición de nuevas señales y, por consiguiente, de nuevos genes. Para que esos genes se hereden, en vez de pasar a mejor vida junto a su dueño, deben constituirse en células sexuales. El nuevo gen, a su vez, cumplirá una nueva función que precisará de un lugar de ensayo.
Según la opinión de Andréi Kozlov, director del Centro de Biomedicina y Doctor en  Ciencias Biológicas, el tumor es el lugar de pruebas adecuado para el nuevo gen. Esta hipótesis ha vuelto a tener confirmación empírica recientemente.

Los especialistas del Centro de Biomedicina y del Centro de Bioinformática Genómica F.G. Dobrozhanski, adscrito a la Universidad Estatal de San Petersburgo,  han descubierto que hace bien poco, hablando en términos evolutivos, apareció un tipo de gen que sólo actúa en los tumores y los testículos (el lugar donde se forman las células sexuales masculinas). 

Se trata de los genes conocidos como CT (Cancer/Testis) que funcionan en las células testiculares, a partir de las que se forman los espermatozoides. Además, funcionan en diversos neoplasmas humanos – melanoma, carcinoma hepatocelular, sarcoma, tumores malignos de la sangre, vesicales, de pulmón, mama, próstata y ovarios – y codifican las proteínas específicas del tumor testicular. 

Aunque aún se desconocen las funciones de los genes CT, muchas de sus proteínas provocan una fuerte respuesta inmunitaria. Así, aunque su función esté por concretar se sabe que sólo actúan en células sexuales y tumorales. Si el tipo CT además es nuevo, la hipótesis sobre el papel evolutivo de los tumores obtiene confirmación empírica. 

“No abordamos el estudio de la novedad evolutiva de los genes CT por casualidad. Nuestra teoría sobre el papel evolutivo de los tumores presupone que los genes que son evolutivamente nuevos nacen en las células sexuales con el fin de ser heredados y funcionar en los tumores, para, a continuación, dar comienzo al desarrollo de nuevos tipos de células, tejidos y órganos. De eso se deduce la siguiente conclusión: los genes  Cancer/Testis deben ser evolutivamente nuevos, algo que ya hemos demostrado”, dice Andréi Koszlov.

Los científicos han comparado secuencias genéticas análogas a las de los genes CT en ejemplares que se encuentran en diferentes eslabones de la cadena evolutiva: en el ser humano, el chimpancé, el macaco, el lobo, el buey, el ratón, la rata gris, el pollo, el pez cebra, la Drosophila, el mosquito africano, el nematodo del suelo, varias especies de levaduras y hongos patógenos, los protozoos que causan la malaria, el Arabidopsis y el arroz. 

Hay más de doscientas secuencias de CT en el genoma humano. Una parte significativa de ellas, el 72,5 %, ha aparecido sustancialmente más tarde que el resto de genes de nuestro genoma, durante o después del proceso de formación de los animales placentarios, y más de un tercio lo hizo aún más tarde: en los simios, los homínidos y los humanos. 

Sin embargo, la mayoría de los genes humanos restantes (el 76%) son anteriores a los placentarios. Entre los que codifican proteínas hay un total de 163 secuencias exclusivas del ser humano, de las que 33 atañen a los CT. La conclusión es que pertenecen a un tipo evolutivo nuevo y joven. 

¿Por qué los investigadores asignan precisamente a los tumores el papel de polígono de pruebas para los nuevos genes? Un gen que realiza una nueva función entorpece inevitablemente el trabajo de las células y los tejidos normales. La selección natural procede a “sustituirlo y retirarlo” de inmediato y, por lo tanto, el gen principiante no tendrá futuro alguno.

La única salida es poner a prueba sus fuerzas en células que no cumplan funciones vitales relevantes. Y las que entran en esa categoría son las células tumorales, de carácter indiferenciado. Además, en caso de que aparezca un gen con una función útil, el tumor es perfectamente capaz de dar comienzo a un nuevo tipo de células. 

No hay nada de inconcebible en esta suposición, si tenemos en cuenta la amplísima propagación de los tumores: están presentes en prácticamente todos los organismos multicelulares, tanto animales como plantas.
Recientemente los científicos de San Petersburgo han especificado el primer caso de selección artificial de un tumor benigno, un “gorro” en la cabeza de un macho de pez dorado, un ejemplar muy valorado por los acuaristas. Ahora los investigadores han encontrado una confirmación más de su hipótesis.

Natalia Réznik
http://rusiahoy.com  

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