Científicos de la Universidad Estatal de San Petersburgo consideran que los tumores sirven para el desarrollo evolutivo.
La evolución no es posible sin la
aparición de nuevas señales y, por consiguiente, de nuevos genes. Para que esos
genes se hereden, en vez de pasar a mejor vida junto a su dueño, deben
constituirse en células sexuales. El nuevo gen, a su vez, cumplirá una nueva
función que precisará de un lugar de ensayo.
Según la opinión de Andréi Kozlov,
director del Centro de Biomedicina y Doctor en
Ciencias Biológicas, el tumor es el lugar de pruebas adecuado para el
nuevo gen. Esta hipótesis ha vuelto a tener confirmación empírica
recientemente.
Los especialistas del Centro de
Biomedicina y del Centro de Bioinformática Genómica F.G. Dobrozhanski, adscrito
a la Universidad Estatal de San Petersburgo,
han descubierto que hace bien poco, hablando en términos evolutivos, apareció
un tipo de gen que sólo actúa en los tumores y los testículos (el lugar donde
se forman las células sexuales masculinas).
Se trata de los genes conocidos como CT
(Cancer/Testis) que funcionan en las células testiculares, a partir de las que
se forman los espermatozoides. Además, funcionan en diversos neoplasmas humanos
– melanoma, carcinoma hepatocelular, sarcoma, tumores malignos de la sangre,
vesicales, de pulmón, mama, próstata y ovarios – y codifican las proteínas
específicas del tumor testicular.
Aunque aún se desconocen las funciones
de los genes CT, muchas de sus proteínas provocan una fuerte respuesta
inmunitaria. Así, aunque su función esté por concretar se sabe que sólo actúan
en células sexuales y tumorales. Si el tipo CT además es nuevo, la hipótesis
sobre el papel evolutivo de los tumores obtiene confirmación empírica.
“No
abordamos el estudio de la novedad evolutiva de los genes CT por casualidad.
Nuestra teoría sobre el papel evolutivo de los tumores presupone que los genes
que son evolutivamente nuevos nacen en las células sexuales con el fin de ser
heredados y funcionar en los tumores, para, a continuación, dar comienzo al
desarrollo de nuevos tipos de células, tejidos y órganos. De eso se deduce la
siguiente conclusión: los genes
Cancer/Testis deben ser evolutivamente nuevos, algo que ya hemos
demostrado”, dice Andréi Koszlov.
Los científicos han comparado secuencias
genéticas análogas a las de los genes CT en ejemplares que se encuentran en
diferentes eslabones de la cadena evolutiva: en el ser humano, el chimpancé, el
macaco, el lobo, el buey, el ratón, la rata gris, el pollo, el pez cebra, la
Drosophila, el mosquito africano, el nematodo del suelo, varias especies de levaduras
y hongos patógenos, los protozoos que causan la malaria, el Arabidopsis y el
arroz.
Hay más de doscientas secuencias de CT
en el genoma humano. Una parte significativa de ellas, el 72,5 %, ha aparecido
sustancialmente más tarde que el resto de genes de nuestro genoma, durante o
después del proceso de formación de los animales placentarios, y más de un
tercio lo hizo aún más tarde: en los simios, los homínidos y los humanos.
Sin embargo, la mayoría de los genes
humanos restantes (el 76%) son anteriores a los placentarios. Entre los que
codifican proteínas hay un total de 163 secuencias exclusivas del ser humano,
de las que 33 atañen a los CT. La conclusión es que pertenecen a un tipo
evolutivo nuevo y joven.
¿Por qué los investigadores asignan
precisamente a los tumores el papel de polígono de pruebas para los nuevos
genes? Un gen que realiza una nueva función entorpece inevitablemente el
trabajo de las células y los tejidos normales. La selección natural procede a
“sustituirlo y retirarlo” de inmediato y, por lo tanto, el gen principiante no
tendrá futuro alguno.
La única salida es poner a prueba sus
fuerzas en células que no cumplan funciones vitales relevantes. Y las que
entran en esa categoría son las células tumorales, de carácter indiferenciado.
Además, en caso de que aparezca un gen con una función útil, el tumor es
perfectamente capaz de dar comienzo a un nuevo tipo de células.
No hay nada de inconcebible en esta
suposición, si tenemos en cuenta la amplísima propagación de los tumores: están
presentes en prácticamente todos los organismos multicelulares, tanto animales
como plantas.
Recientemente los científicos de San
Petersburgo han especificado el primer caso de selección artificial de un tumor
benigno, un “gorro” en la cabeza de un macho de pez dorado, un ejemplar muy
valorado por los acuaristas. Ahora los investigadores han encontrado una
confirmación más de su hipótesis.
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