El telescopio VLT,
que hoy en día es el instrumento óptico más avanzado del mundo, ha
permitido a un grupo de astrónomos observar tormentas de arena en el
espacio.
Un equipo del Observatorio Europeo Austral (ESO) en Chile,
liderado por el astrónomo Barnaby Norris, de la Universidad de Sídney,
hizo el descubrimiento mientras estudiaba el proceso de extinción de las
estrellas gigantes rojas.
Según el equipo de astrónomos, entre ellos algunos británicos, este
tipo de estrellas se descompone en medio de fuertes rachas de viento 100
millones de veces más potentes que el viento solar, con granos de
silicio similares a una tormenta de arena que duran unos 10.000 años y
que reducen su masa a más de la mitad, según un artículo publicado este
miércoles en la revista Nature.
Los expertos creen que nuestro Sol comenzará a expulsar estos gases dentro de unos cinco mil millones de años.
Más grandes de lo pensado
Ahora el telescopio VLT, situado en el desierto chileno de Atacama, ha
permitido a este equipo de científicos observar que los granos de
silicio son mucho más grandes de lo que se creía, por lo que en vez de
absorber la luz de la estrella la reflejan como si fueran espejos.
De esta manera, estas partículas se mantienen a temperaturas frías
hasta que son impulsadas por la luz de las estrellas hacia el exterior
sin ser destruidas, a velocidades de 20.000 millas por hora (32.200
kilómetros por hora) creando un efecto similar al de una tormenta de
arena.
El hallazgo permite entender por primera vez cómo funcionan estos
'supervientos' y cómo mueren las estrellas, dijo el profesor Albert
Zijlstra de la Universidad británica de Manchester, uno de los miembros
del grupo de investigación. "Los granos de arena se convertirán en los
bloques de los planetas".
El Very Large Telescope (telescopio muy grande) cuenta en realidad con
cuatro telescopios fijos de 8,2 metros de diámetro y otros cuatro
auxiliares móviles de 1,8 metros. Los científicos pudieron observar el
viento de gas y polvo procedente de las gigantes rojas gracias a una
resolución tan elevada que hubiera permitido distinguir desde el Reino
Unido los faros de un automóvil en Australia.
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