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Los crecientes precios del trigo y azúcar son capaces de generar una crisis alimentaria más profunda e impredecible que la que estalló en 2007-2008.
El peligro que se acerca instó a
la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la
Agricultura (FAO) a publicar la información secreta: el índice de
dinámica de precios de los alimentos. Actualmente este índice se
aproxima indeclinablemente al registrado en 2010. Pero los precios suben
sin cesar, mientras que esto sea conveniente a las autoridades
financieras mundiales, señalan los expertos.
En
febrero del año pasado el índice sumario de precios de los alimentos fue
de doscientos treinta y ocho puntos según el método de cálculo de la
FAO. Tras cierta baja, en julio de 2012 este índice subió de una vez un 6
% y llegó a doscientos trece puntos. Los malos pronósticos de cosecha
de trigo en Rusia, de maíz y de otros cereales en EEUU, de arroz en la
India y de azúcar en Brasil, como es natural, repercuten en el costo de
la comida, mejor dicho, en un alza sensible de su precio. Los analistas
de la FAO recuerdan que la última crisis alimentaria llevó a revueltas
de hambre en más de treinta países de los más pobres. Y recelan con
razón que estas puedan repetirse en un futuro no lejano. Sin embargo,
algunos estados, sobre todo en África sureste, ya ahora se encuentran en
un estado de shock por falta de alimentos, puntualiza Antón Lubich,
director de proyectos del fondo de inversiones Hi Capital Corporation.
Por desgracia, el desarrollo de los acontecimientos deja pocos
argumentos para el optimismo, dijo en su entrevista a nuestra emisora.
—Los
alimentos, sin duda, seguirán encareciendo por dos factores: primero,
debido a que existe una desproporción en el aumento demográfico entre
los países productores y países consumidores. Para nadie es un secreto
que los países en los que se asiste a una malnutrición crónica se
caracterizan precisamente por un alto aumento de la población, si bien
allí se observa asimismo un elevado índice de mortalidad. El segundo
factor es, sin duda, la inyección de dinero en la economía, lo que
conduce a la inflación. Mientras que las autoridades monetarias
mundiales, en primer lugar el Fondo de Reservas de EEUU, el Banco
Central Europeo y el FMI se diviertan jugando a la ruleta inflacional,
los precios de los alimentos, igual que de otros productos reales,
crecerán adelantándose a la inflación.
Entre
tanto, los analistas de la ONU proponen medidas bien razonables, capaces
de ayudar, si no evitar por completo una crisis alimentaria, a parar el
deslizamiento de algunos países hacia una catástrofe humanitaria. Así,
el director de la FAO José Graciano da Silva exhortó a EEUU a reducir
temporalmente la producción de alcohol para biocombustible: para esto se
suele gastar un 40 % de la cosecha de maíz. Esta medida permitiría usar
más maíz como alimento y pienso. Por su parte, el experto de nuestra
radio Antón Lubich señala que la reducción de la producción de
biocombustible en EEUU retardaría el alza del precio de maíz y azúcar.
Para los países donde una parte considerable de la población pasa
hambre, sería un factor de importancia para parar la subida de precios
de los alimentos y aumentar el acceso de la gente a los alimentos. Pero
el secretario de Agricultura de EEUU Tom Vilsek declaró que es poco
probable que la suspensión de la producción de alcohol pueda bajar los
precios del trigo y del azúcar. En cambio, esta rama crea plazas de
trabajo y mantiene el control de los precios de la gasolina.
En
opinión de los analistas de la ONU, si la comunidad mundial no previene
una nueva crisis alimentaria, sus consecuencia serán impredecibles. Las
cosas no se limitarán a revueltas de hambre en algunos países, la
catástrofe va a extenderse y seguramente repercutirá en los actuales
dueños de la situación.
Nikita Sorokin / http://spanish.ruvr.ru
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