lunes, 12 de noviembre de 2012

Nuevas tecnologías permiten mover objetos con la fuerza del pensamiento

 

Nuevas tecnologías permiten mover objetos con la fuerza del pensamiento
 
Los científicos japoneses acaban de presentar el aparato que permite mover objetos con la fuerza del cerebro.

A finales del año que viene ha de presentarse el modelo piloto de un dispositivo semejante por los diseñadores rusos. El principio de funcionamiento del aparato, creado por los técnicos de la empresa ATR con sede en la ciudad de Kioto, consiste en descifrar las señales del cerebro humano que anteceden a cualquier acción. La información se envía a un lector instalado en el objeto que ha de ser movido.

Según los investigadores, el aparato está destinado a mejorar la calidad de vida de las personas con movilidad reducida. Aparatos de este tipo fueron creados, aparte de Japón, en una serie de países, Rusia incluida, donde estos dispositivos han despertado interés no solamente de la comunidad médica. Lo que ocurre es que la interfaz funciona en ambas direcciones, es decir, se puede mover los objetos mediante los impulsos del cerebro y provocar determinadas ideas mediante los objetos.

Telequinesis de alta tecnología

El caso del interfaz creado en Kioto es el ejemplo clásico de un “invento japonés”, una tecnología ideada por otros que los japoneses se precipitaron a transformar en un producto acabado y a presentar al consumidor final. Precisamente gracias a esta forma de actuar en los años de posguerra el País del Sol Naciente pudo pasar de ser un país vencido y devastado en la segunda (actualmente, tercera, después de EEUU y China), economía mundial. China, dicho sea de paso, aplicó el mismo esquema a la producción de artículos de consumo masivo.

En estos momentos, en muchos países se está trabajando intensamente en la creación de este tipo de aparatos, llamados Network Brain Machine Interface, Red del Interfaz Cerebro-Máquina. “Los líderes en la investigación son Estados Unidos, Alemania y, por muy sorprendente que pueda sonar, Rusia”, cuenta el jefe del laboratorio de estudios neurofisiológicos de la Universidad Estatal de Moscú, el catedrático Alexander Kaplán.

De acuerdo con el experto, a finales del año que viene los diseñadores rusos presentarán un modelo piloto de la interfaz.

“En 2014, el Ministerio de Industria habrá de ordenar la fabricación de una serie de estos dispositivos que simplificarían la vida de pacientes que sufrieron derrames cerebrales y tienen la movilidad limitada”, explica el catedrático.

El principio de la interacción “cerebro-ordenador” es conocido desde hace casi un siglo. De hecho, se trata de un encefalograma en el que han de detectarse los picos de actividad cerebral que preceden a una determinada acción.

A pesar de que el objetivo final es aparentemente simple, la realización práctica de la idea necesitó décadas enteras, sin que todavía se haya conseguido un éxito absoluto.

“En estos momentos se intenta perfeccionar los parámetros de la velocidad y la fiabilidad  del método. Una fiabilidad buena es la del 80% de las órdenes mentales, es decir, reconocimiento infalible por el aparato de cuatro de cada cinco señales enviadas. Para objetivos más concretos el índice ha de ser todavía más alto. Así, para teclear un texto solo con el esfuerzo mental, se ha conseguido la fiabilidad del 95% y la velocidad de entre 13 y 15 caracteres por minuto, mientras que tecleando con ambas manos uno puede ascender a entre 90 y 100 caracteres por minuto”, explica Alexander Kaplán.

Los diseñadores de ATR consiguieron que las órdenes mentales se cumplan durante unos 6 o 12 segundos con una exactitud de entre 70% y 80%.

“Merece la pena señalar que no estamos hablando de penetrar en los pensamientos de una persona, es absolutamente imposible. Se trata de descifrar objetivos formulados con precisión. Cuanto más simple e intensa es una intención, con mayor facilidad se descifra. Este tipo de interfaces no pueden ser unificados y aplicados a toda la gente, necesitan ser ajustados a las características individuales del cerebro de una persona concreta”, apunta el experto.

Según él, en su laboratorio se logró reducir a tres minutos el tiempo de adaptación del interfaz en caso del “tecleo mental”, lo que representa un avance considerable a nivel mundial.

Lo que siempre falta es el dinero

“Nuestro laboratorio y creo que un par de equipos más que se dedican a las investigaciones en este campo somos los únicos en no tener problemas con la financiación”, reconoce Alexander Kaplán. No fue fácil conseguirlo, avisa.

“Cuando a principios de los 2000 solicitamos la beca del Fondo de investigaciones fundamentales de Rusia, recibimos una respuesta negativa que se motivó con que estábamos gastando nuestro tiempo en “juguetitos”. Hasta los últimos 3 o 4 años la postura de las autoridades no ha cambiado. Posiblemente ha llegado el entendimiento de que, si nos quedamos atrás ahora, nunca más alcanzaremos al resto de los países. Y numerosos fondos empezaron a asignar recursos para estas investigaciones. Nos estamos enfrentando a otro problema, falta de cuadros cualificados”, cuenta Alexander Kaplán.

“Otros organismos interesados ofrecían muy prometedoras condiciones de trabajo”, prosigue Alexander. Lo que ocurre es que el interfaz neurofisiológico es capaz de funcionar en ambas direcciones, de la intención al objeto y viceversa. Sin embargo, estas últimas tecnologías todavía se encuentran en la etapa inicial de su desarrollo.

“En un principio sería posible avisar con una señal sonora a una persona sobre lo incorrecto de sus intenciones, al igual que avisa un cajero automático en caso de ser introducido un código pin incorrecto”, señala el científico. En otras palabras, a uno se le podría motivar en varias etapas para que sus pensamientos adquieran el rumbo necesario, facilitándole respuestas negativas a todas las decisiones menos a la requerida.

“Algunos aspectos de la aplicación práctica de nuestras tecnologías están relacionados con problemas éticos. De hecho, las investigaciones que potencialmente pueden permitir, si no leer los pensamientos humanos, por lo menos descubrir sus intenciones o incluso guiarlas, necesitarían primero el permiso de un comité de ética. Sin embargo, los comités de ética científica carecen de momento de reglamento aplicable a este tipo de estudios”, señala.

En otras palabras, cada científico ha de solucionar este dilema ético a su manera.

“Le seré sincero: elegimos los campos de investigación por razones puramente pragmáticas, aunque en cierta medida consideramos las normas éticas. El principal problema está en que el desarrollo de las aplicaciones específicas de estas tecnologías podría llevar a que reciban estatus de información clasificada. En este caso ya no podríamos estar en contacto con nuestros compañeros por todo el mundo”, concluye.

Por supuesto, no existe ninguna garantía de que los especialistas del laboratorio de Alexander Kaplán no acaben cambiando de opinión y aceptando las propuestas de los “organismos interesados” que a menudo ni siquiera dejan la opción de decir “no”. ¿Qué podría ocurrir en este caso?

Por supuesto, la lectura de los pensamientos de uno y la creación de zombis reales y no cinematográficos estarían en un futuro muy lejano, pero un detector de mentiras de alto grado de eficiencia ya estaría casi listo.

“Los detectores de mentiras que existen actualmente funcionan con la maestría de los técnicos que con ellos trabajan y saben dar la interpretación correcta a las oscilaciones del pulso, presión arterial, sudoración, etc. En nuestro caso, sin embargo, tendríamos la posibilidad de detectar la respuesta directa del cerebro a una pregunta directa”, explica Alexander Kaplán.

Una vida incomparablemente más fácil

A pesar de que el dispositivo creado por los científicos japoneses y los diseños de otros especialistas parecen haber salido de la pantalla de los cines, son objetos que han cobrado ya existencia real. Nada de telequinesis ni poderes especiales, de mover las cucharitas del té por la superficie de una mesa ni romper los vasos de cristal a distancia.

Cada uno de nosotros podría repetir las pruebas científicas con el interfaz obteniendo siempre los mismos resultados. De modo que todos somos capaces de hacernos una idea de cómo podrían aplicarse en nuestra vida cotidiana estas tecnologías.

Así, por ejemplo, simplemente con pensar que la habitación está a oscuras, es hora de ver el telediario o de salir hacia la oficina ya sería suficiente para que la luz se dé de manera automática, la tele se encienda por sí sola y el coche empiece a calentar el motor.

La vida se volvería increíblemente cómoda. Pero también existe la posibilidad de que los “aparatos inteligentes”, al detectar un pico en la actividad de las neuronas provocado, por ejemplo, por una decisión de turno del Gobierno nacional, haga al cerebro producir una cierta cantidad de endorfinas, hormonas de la felicidad, si se prefiere, apagando todo descontento.

Serguéi Petujov
RIA Novosti

2 comentarios:

  1. Me has dejado con la boca abierta....
    No quiero que nadie me lea el pensamiento...
    SALUDOS.

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  2. “Merece la pena señalar que no estamos hablando de penetrar en los pensamientos de una persona, es absolutamente imposible.

    Saludos Victoria.

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