Hay citas de citas. Citas que marcamos en
el calendario con rotulador, citas que guardamos en el móvil con una
alarma, citas imperdibles: con el amor de tu vida, con la persona que te
entrevistará para tu trabajo soñado, con esa amiga que siempre organiza
tu cabeza. Una de esas citas debe ser con tu ginecólogo, ese experto en
tu salud que necesita tu tiempo y tu confianza
“Cada día mueren dos mujeres en España con cáncer
de cuello uterino”. Así de contundente es el doctor José María Lailla,
presidente de la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia (SEGO).
Esa cifra podría disminuir considerablemente si las mujeres nunca
aplazaran sus controles. Sin embargo, muchas lo hacen porque tienen
mejores planes, porque lo olvidan, porque temen el encuentro con la
incómoda silla ginecológica o porque se sienten bien. Grave error.
Ir para prevenir
Lailla comenta que “lo ideal es que un 70% de las mujeres se
controlen”, pero que las estadísticas se mantienen por debajo de ese
promedio, por lo cual insiste en la “necesidad de la medicina
preventiva” que salva vidas cada día.
“Ir al ginecólogo no es igual que ir al otorrino o al oftalmólogo.
Hay mujeres que tienen cierto rechazo por temor, pudor o porque se
sienten bien”, dice Alejandro Celma Bueso, ginecólogo de IDC Salud para
el Centro de Salud de Argüelles, y agrega que, a pesar de eso, la
mayoría tiene claro que esta cita es muy importante, mucho más que
cualquier tabú.
Celma coincide en la importancia de la prevención. Dice que el
término “cita ginecológica” ha trascendido a “promoción de salud
ginecológica de la mujer” y que diagnostican “gran cantidad de problemas
que no tienen sintomatología”. Las que no le fallan al ginecólogo saben
lo que hacen.
“En la visita nos centramos en los dos únicos tipos de cáncer ginecológico que podemos detectar de forma precoz y que podemos curar la mayoría de las veces: el cáncer de mama y el de cuello de útero”, explica Celma.
El cáncer de cuello uterino ocupa un gran porcentaje de las charlas
de los ginecólogos con sus pacientes. Celma cita los datos de la
Asociación Española contra el Cáncer: “es más frecuente entre mujeres de
35 a 50 años y se suelen diagnosticar unos 2.000 casos al año”.
Conviene revisar esta enfermedad con lupa.
Este cáncer siembra marcas silenciosas antes de atacar realmente:
“conocemos la patología del cáncer de cuello uterino del que tenemos un
indicador: la infección por el Virus del Papiloma Humano (VPH); además
están las lesiones benignas, pero con potencial de malignización. Si
resolvemos estas lesiones, probablemente evitaremos este cáncer”,
enfatiza Lailla.
EFE/Alberto Martín
Celma dice que, además, da un margen de tiempo para vencerlo: “Desde
que se produce el contagio de VPH en parejas que no se cuidan hasta que
aparecen las primeras lesiones precursoras, pueden pasar de 5 a 10
años”. Aún así, el número de casos no disminuye.
La Asociación Española de Patología Cervical y Colposcopia sugiere en
su sitio web que a los 35 años las mujeres añadan un test de VPH a la
citología y Celma recomienda “una citología cada año, durante dos años
seguidos a partir de los 21 años, o tres años después de las primeras
relaciones sexuales. Y, posteriormente, cada tres años, hasta los 65”.
El cáncer de mama es el otro gran enemigo que deja pistas con antelación. El principal grupo de riesgo es el de las mujeres entre 50 y 69 años, que deben hacerse la mamografía cada dos años, sí o sí.
Las mujeres más jóvenes no deben bajar la guardia: “Estamos viendo
cánceres de mama en edades más tempranas, incluso por debajo de los 30
años. Se ha hablado de factores ambientales, de tabaquismo y de tóxicos
que desconocemos, por desgracia”. Las mujeres entre 40 y 50 años deben
estar atentas.
Cuándo, cada cuánto y cómo
La primera cita con el ginecólogo debe ser en el momento justo:
“aconsejamos una visita desde que la mujer tiene sus primeras relaciones
sexuales”, dice Celma y añade que las mujeres están entrando a consulta
“cada vez en edades más tempranas, a partir de los 14, 15, 16 años”.
Este grupo recibe atención especial con fines educativos porque “los
jóvenes se cuidan muy poco” y porque ven “cada vez más embarazos no
deseados”. Los expertos también quieren inculcar en los adolescentes la
importancia de prevenir enfermedades de transmisión sexual como el VPH.
EFE/David de la Paz
“Estamos viviendo en una sociedad en la que hay mucha información, pero los jóvenes están muy desinformados al respecto”, sentencia Celma.
A partir de esa primera cita, el esquema debe ser riguroso y
periódico. Aunque el número de visitas varía de una paciente a otra,
porque se personaliza dependiendo de antecedentes y patologías, Lailla
sugiere como norma general “una visita cada dos años, que coincidiría
con una mamografía cada dos años y la posibilidad de hacer el resto de
los estudios”.
Cabe destacar que no todas las consultas requieren citologías o
pruebas y que muchas consisten en una simple exploración después de una
charla con la que los médicos buscan, como dice Celma, “crear hábitos
saludables en relación a la salud sexual y reproductiva”. Pero, el éxito
de esas charlas no sólo recae en el ginecólogo.
Lailla dice que la historia clínica es una obra con la firma del
paciente y que los médicos sólo la transcriben y la interpretan, por
eso, lo único que debe llevar una mujer al encuentro con su ginecólogo
es la información clara (menstruaciones, anticonceptivos,
irregularidades, embarazos, intervenciones, etc.), la confianza en alto
para tocar todos los temas, por muy incómodos que sean, y la mente
abierta para saber escuchar.
“Vivimos en una sociedad tecnificada en la que a veces nos olvidamos
de hablar y, muchas veces, el 50, 70 u 80% de una visita médica es
simplemente hablar, orientar, tranquilizar, informar y poca cosa más”,
concluye Celma.
LUCÍA ROBLES
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