La activación de una nueva zona de destrucción de la corteza terrestre al oeste de Galicia y Portugal cerrará el océano y acercará Europa a Norteamérica
Si aún queda alguien por aquí dentro de 220 millones de
años, EE.UU. estará mucho más cerca de la Península Ibérica. Suena a
eslogan de una agencia de viajes, pero es literal: para entonces, si las
previsiones del geólogo portugués Joao Duarte se cumplen, Iberia y Norteamérica se aproximarán,
y lo que hoy conocemos como océano Atlántico será un recuerdo tan
antiguo como para nosotros lo son los dinosaurios del Jurásico.
El mapamundi que conocemos no es más que la foto del
instante geológico en que nos ha tocado vivir. Todo escolar aprende que
la corteza terrestre está dividida en placas tectónicas que
derivan sobre el manto, la capa inferior, y que estas láminas, tan
delgadas a escala como la nata que flota en el café con leche, se crean y
se destruyen, formando supercontinentes que luego se fragmentan y se
separan. Las fronteras entre dos placas donde una se sumerge bajo la
otra y se recicla se llaman zonas de subducción.
Lo que Duarte y sus colaboradores han descrito es que estamos asistiendo al nacimiento de una zona de subducción,
y se encuentra muy cercana a nosotros, al suroeste de la Península
Ibérica. Allí se encuentra el borde de la placa de Iberia, que forma
parte de la placa euroasiática. Ese lugar era un borde pasivo, sin
actividad. Sin embargo, un mapeo en 3D y alta resolución del fondo
marino y de sus fallas tectónicas, realizado por tecnologías
de sonar, ha encontrado signos de fracturas que indican que esa zona se
está activando. “La idea del inicio de una subducción ha rondado en la
comunidad geológica durante casi 20 años”, explica Duarte a Efe. “Lo que
hemos detectado es el comienzo de un margen activo; es como una zona de
subducción embrionaria”, asegura el científico.
El investigador, que trabaja en la Universidad de Monash (Australia), relaciona esta incipiente actividad tectónica con seísmos históricos:
“La actividad sísmica de alta magnitud, como el terremoto de 1755 [que
devastó Lisboa] y el de 1969 [que afectó al sur de Portugal y Andalucía
oriental] sugerían que estaba ocurriendo algo en esa área. En 2002,
Gutscher [coautor del estudio] identificó una vieja zona de subducción
activa debajo de Gibraltar”. “Compilando los datos y reinterpretándolos,
encontramos pruebas del nacimiento de una subducción, que probablemente
comenzó hace entre 20 y 5 millones de años. Además, hemos aportado un
mecanismo para la reactivación del margen, consistente en fuerzas que se
propagan desde la subducción de Gibraltar, junto con la convergencia
entre África y Eurasia”.
Ciclo de Wilson
Duarte postula que estamos ante una nueva fase del ciclo de Wilson,
el proceso que en los últimos cuatro mil millones de años ha obrado al
menos tres reformas integrales en la fachada de nuestro planeta,
fragmentando los supercontinentes y abriendo océanos entre los pedazos
para luego reunirlos de nuevo en grandes masas de tierra.
Y en esta ocasión, ocurrirá así: “La placa euroasiática,
que ahora se extiende de forma continua hasta la dorsal mesoatlántica,
se romperá en dos a lo largo del margen al oeste de Portugal y Galicia”,
detalla el geólogo. “La parte atlántica de la corteza, al oeste de este
margen, quedará destruida al sumergirse en el manto bajo la Península
Ibérica”.
Sin embargo, en geología no existen las prisas; según el estudio publicado por Duarte y sus colaboradores en la revista Geology,
el borde suroeste de la placa ibérica no se convertirá en toda una
señora zona de subducción hasta dentro de unos 20 millones de años. Una
minucia comparada con los 220 millones de años que deberán pasar hasta
que el Viejo Mundo y el Nuevo se reúnan.
Debido precisamente a lo dilatado de esta escala geológica
de tiempo, “no deberíamos esperar un aumento de la actividad sísmica”,
aclara Duarte. “El proceso lleva en marcha unos cuantos millones de años
y llevará muchos más. Terremotos como los de Granada están relacionados
con la vieja zona de subducción de Gibraltar, pero otros como el de
1969 están claramente más al oeste, en la nueva zona en formación”. A
pesar de todo, el geólogo alerta: “En cualquier caso, deberíamos estar
preparados para seísmos gigantescos originados en esta región, como el
de 1755, y no lo estamos”.
José Manuel Nieves
http://www.abc.es
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