Según científicos estadounidenses, partículas de meteoros forman parte
de las llamativas nubes noctilucentes
Especialistas de la Universidad de Hampton, EE.UU., descubrieron el
origen extraterrestre de las nubes que brillan por las noches, al
constatar que un 3% de cada cristalito de hielo que las forman está
compuesto por partículas de meteoros.
El aparato SOFIE (Solar Occultation for Ice Experiment) a bordo del AIM
(Aeronomy of Ice in the Mesosphere) permitió que el científico James
Russell y sus colegas estudiaran la composición química, el tamaño y
otras características de las partículas de las nubes noctilucentes y así
confirmar la teoría que sostiene que esas enigmáticas nubes pueden
contener partículas extraterrestres.
El Sistema Solar está lleno de partículas microscópicas y asteroides, y
toneladas de estas partículas entran en la atmósfera de nuestro planeta y
se queman en ella. Restos de los asteroides quemados se quedan en la
mesosfera, a una distancia de entre 70 y 100 kilómetros sobre el nivel
del mar y forman parte de las nubes noctilucentes.
Los especialistas también lograron entender por qué estas nubes llegaron
a aparecer en regiones de clima templado, donde no se veían antes.
Según explican, la razón es el cambio climático y el aumento de gas
metano en la atmósfera terrestre. Tras la oxidación del metano, se
genera vapor de agua y esta agua sobrante forma los cristalitos de hielo
de las nubes noctilucentes. Según Russell, esto permite considerar a
este tipo de nubes como uno de los indicadores de los cambios que se
producen en el clima.
Las noctilucentes (nubes mesosféricas) son un fenómeno atractivo y
bastante enigmático. Son las nubes más altas de la atmósfera, se
encuentran a una altitud aproximada entre 75 y 85 kilómetros. Son muy
débiles y solo se pueden ver bajo condiciones muy especiales, cuando la
luz del Sol las ilumina desde abajo en el horizonte mientras las capas
más bajas de la atmósfera están en la sombra de la Tierra.
Fueron descritas por primera vez en 1885, después de la erupción del
volcán Krakatoa, cuya potencia destruyó la isla homónima en el estrecho
de Sonda (entre Java y Sumatra) y parte del volcán mismo. Inicialmente
se pensaba que esas nubes se formaban de la ceniza volcánica, pero esa
teoría no fue confirmada.
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