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Autor: Olga Zakutniaya
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El telescopio espacial Spitzer de la NASA capturó la radiación de un planeta lejano que es tan sólo ocho veces más grande que la Tierra.
El avance de los instrumentos de
observación astronómica ha facilitado muchísimo el estudio de planetas
fuera del sistema solar. La Agencia Espacial de Rusia también pretende
incorporarse a este proceso, pero los detalles de su respectivo proyecto
todavía están por aclarar.
El planeta estudiado por un grupo internacional de astrofísicos se encuentra relativamente cerca de la Tierra. Gira alrededor de la estrella 55 Cancri y se denomina 55 Cancri e, porque es el quinto de su sistema. Es el cuerpo más próximo a su estrella, tarda unas dieciocho horas en darle una vuelta completa y le muestra siempre la misma cara, como la Luna a la Tierra. Según datos de las observaciones, la temperatura del lado alumbrado del 55 Cancri e supera los dos mil grados Kelvin.
El planeta estudiado por un grupo internacional de astrofísicos se encuentra relativamente cerca de la Tierra. Gira alrededor de la estrella 55 Cancri y se denomina 55 Cancri e, porque es el quinto de su sistema. Es el cuerpo más próximo a su estrella, tarda unas dieciocho horas en darle una vuelta completa y le muestra siempre la misma cara, como la Luna a la Tierra. Según datos de las observaciones, la temperatura del lado alumbrado del 55 Cancri e supera los dos mil grados Kelvin.
El estudio, cuyos resultados serán publicados en la revista Astrophysical Journal,
tenía por objeto detectar la radiación infrarroja del propio planeta.
Como la observación directa era imposible, se aplicó el método de
observación inversa, cuando el planeta estuvo eclipsado por su estrella.
Los resultados obtenidos en la observación corroboran la hipótesis de
que el 55 Cancri e es, lo más
probablemente, un planeta con un núcleo pétreo envuelto en una atmósfera
extremadamente rarificada o agua en estado supercrítico, en el que no
se distinguen el gas y el líquido.
El trabajo hizo posible precisar los parámetros de la orbital del planeta necesarios para entender su estructura interna.
Los autores del estudio suponen que su metodología sirve para investigar también otros exoplanetas. Si el telescopio Spitzer se utilizaba antes para estudiar principalmente los Júpiteres calientes
(gigantes gaseosos muy próximos a sus respectivos soles), los
instrumentos orbitales de reciente generación y, en primer término, el
telescopio James Webb de la NASA, permiten estudiar planetas como el 55 Cancri e. A éstos últimos se les aplica también el término de súper-Tierras, porque son sólo unas pocas veces más grandes que nuestro planeta y tienen un núcleo sólido.
El
objetivo más importante de este estudio ha sido detectar la presencia
de vida en sistemas planetarios ajenos, aunque también era interesante
compararlos entre sí y con nuestro propio planeta. De esta manera, los
científicos llegan a entender cómo se han ido formando los cuerpos
celestes y si existen leyes generales que regulen este proceso.
Ahora que se descubren cada vez más exoplanetas, se observa un verdadero boom
de investigaciones científicas en esta materia. Desde 1992, han sido
detectados más de setecientos cincuenta planetas, si contamos solamente
los casos confirmados. Y el novedoso telescopio Kepler de la NASA,
recién colocado en órbita, permitirá encontrar miles de objetos
similares.
La simple “captura” de un exoplaneta ya no
es suficiente. La gracia es conocer sus características. Los
científicos deben disponer de instrumentos de muy alta precisión para
lograrlo. La sensibilidad de los telescopios debe permitirles el
monitoreo de objetos muy pequeños y distantes.
El
estudio de exoplanetas ya ha traído numerosas sorpresas. Resulta que los
sistemas planetarios tienen estructuras diferentes y no son todos
iguales al nuestro, como antes suponíamos. Si en nuestro caso los
gigantes gaseosos están más alejados del Sol que los enanos pétreos, hay
no pocos sistemas donde la situación es totalmente al revés. Nuestras
ideas de la evolución de sistemas planetarios (basadas fundamentalmente
en el único caso de nuestro propio sistema solar) resultan, por lo
tanto, equivocadas.
El estudio de exoplanetas es
parte de la estrategia de investigaciones espaciales de Rusia hasta el
año 2030. Según este documento, las respectivas observaciones están
programadas para el período de 2025 a 2030. Lamentablemente, los
detalles del proyecto no se explican. A estas alturas, Rusia carece de
telescopios espaciales capaces de solucionar este tipo de tareas, ni
tampoco tiene planeada su construcción. Por otro lado, la práctica
internacional demuestra que la concepción, el diseño y la construcción
de un ingenio de ese tipo normalmente llevan diez años. A lo mejor, se
supone usar observatorios terrestres. Además, en los más de quince años
que aún faltan para el 2030, las búsquedas e investigaciones de planetas
extrasolares pueden convertirse en un tema rutinario.
http://spanish.ruvr.ru
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