Las prioridades espaciales de Rusia han sufrido cambios en los
últimos años. Entre los planes con misiones tripuladas encontramos la
conquista de la Luna. Alexéi Krásnov, director general de programas
espaciales de Roscosmos (Agencia Espacial Federal rusa), cuenta a un
corresponsal de Izvestie cómo se llevarán a cabo estos y otros planes.
La Estación
Espacial Internacional es ahora el proyecto espacial más importante del mundo. ¿Cuál
podría ser el siguiente paso en esta dirección: una base en la luna o una
expedición internacional a Marte?
Parece
que el siguiente objetivo de los programas de vuelos pilotados será Marte. Teniendo en cuenta la fase de desarrollo
tecnológico en la que estamos, es probable que este objetivo se alcance entre
2035 y 2040 aproximadamente. A menos que se produzca una parón tecnológico.
La
conquista de Marte como meta final se conseguirá a través de varios caminos,
por ejemplo, a través de la Luna. Esto abarca desde el estudio de la Luna,
hasta el desarrollo de la tecnología que servirá para llegar aún más allá.
También se pueden desarrollar proyectos tecnológicos realizando vuelos a los
puntos de Lagrande, desde donde se podría partir hacia Marte con un consumo
energético mucho menor que desde la Tierra.
En
cuando al presupuesto de la Estación Espacial Internacional (EEI), ¿a cuánto
ascienden los costes anuales de su mantenimiento?
Pues,
haciendo un cálculo aproximado, diría que la contribución de Rusia está
alrededor de los 1.000 millones de dólares al año. Los estadounidenses gastan
3.000 millones de dólares, pero ellos tienen más módulos en la EEI. Los
europeos aportan aproximadamente lo mismo que nosotros, ya que en el fondo solo
disponen de un único módulo grande. El gasto de los japoneses es un poco mayor.
En total el mantenimiento de la EEI cuesta entre unos 6.000 y 6.500 millones de
dólares al año.
Este
año la EEI cumplirá 15 años. ¿Cuánto tiempo más puede sobrevivir?
Desde
un punto de vista técnico, creemos que no hay grandes obstáculos para prolongar
su vida útil por otro periodo de 10
a 15 años. Es decir, que se podría prolongar su
mantenimiento hasta 2025–2028. Pero con esto me refiero solo a la faceta
técnica. Las cuestiones políticas y financieras que conciernen a la EEI se han
concertado hasta el año 2020. Más allá de esta fecha, cualquier cuestión está
abierta a discusión.
¿Cree
posible un cambio de socios en la EEI en el caso de que algún miembro desee
abandonar el proyecto?¿Podría otro país sustituir a uno que se retire?
En
teoría es posible, pero en la práctica es poco probable. Todos los
participantes en el proyecto han hecho aportes para el desarrollo de la
infraestructura de la EEI. Cada parte tiene algún pedazo de hierro (es decir, parte física) de cuyo
mantenimiento tendría que encargarse otro. No es posible cargarlo todo sobre
los hombros de los socios y abandonar el proyecto así de buenas a primeras.
La
nueva nave tripulada que está en fabricación ofrece la posibilidad de un vuelo
a la Luna, pero sin aterrizar en su superficie. ¿Significa esto que tal
objetivo no se encuentra entre las previsiones actuales?
Ya
hemos encomendado al Instituto de Investigaciones Científicas para la
Construcción de Maquinaria (TsIIMash, por sus siglas en ruso) la fabricación de
un módulo de despegue y aterrizaje que permita posarse sobre la superficie de
la luna y despegar desde ella.
De
forma paralela, se está trabajando en algunos elementos de avituallamiento que
permitirán a una persona permanecer hasta dos semanas sobre la superficie de la
Luna: se trata de medios para el ahorro de combustible, un dispositivo para
desplazamientos por el satélite y un vehículo guiado.
¿Es
posible la creación de un consorcio internacional de gran escala similar a la
EEI para el estudio de la Luna y para misiones posteriores en el espacio
exterior?
Creo
que en el futuro se creará un consorcio de esas características, que podría
permitir una colaboración aún más amplia. Me permitiré un poco de fantasía: es
posible que, en el futuro, nuestros remolcadores interorbitales se utilicen
conjuntamente con las lanzaderas espaciales norteamericanas.
¿Qué
posibilidades hay de que la cantante Sarah Brightman se convierta en la novena
turista espacial de la historia?
La
respuesta a esta pregunta llegará a finales de abril, que es cuando se
confirmará la tripulación que despegará hacia la EEI en octubre de 2015. Se ha
firmado un acuerdo previo con la Agencia Espacial Europea (ESA) y con la NASA
para que un representante de la ESA forme parte de la tripulación.
Si no
hay cambios, probablemente entre la tripulación se incluya a un astronauta no
profesional, es decir, a un turista espacial. Pero aparte de Brightman, hay
otros pretendientes, unas cuantas personas. Por lo que sé, hay una larga cola
de interesados.
Es
más, nuestro socio, la compañía Space Adventures, nos ha informado de que dos
personas están interesadas en realizar un vuelo alrededor de la luna en la nave
Soyuz. Es uno de los servicios que ofrece esta empresa. El precio de este billete
es de 150 millones de dólares; en cuanto a las posibilidades de adquirirlo y
los plazos, de momento no puedo decir nada.
Con
una demanda tan alta, ¿no convendría plantearse seriamente abordarla, más aún
cuando los interesados están dispuestos a pagar decenas de millones de dólares?
Hemos
insistido varias veces en que la función de Roscosmos no es el transporte de
turistas. Digamos que esto es más bien un subproducto. La parte positiva es que
el turismo espacial permitirá una mayor popularización de la temática espacial.
Space
Adventures atrae hacia nuestro sector a la industria comercial, designando
aquellas áreas en las que se podrían invertir fondos particulares. Actualmente,
la industria espacial simplemente no está capacitada para el desarrollo de un
turismo espacial en masa. Pero con el paso del tiempo las compañías privadas se
ampliarán, aparecerá un nuevo tipo de usuario y es posible que se empiecen
organizar viajes al espacio a gran escala, como alguna vez se ha dicho.
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