En 2013-2014 se lanzarán en EEUU varios proyectos turísticos suborbitales: astronautas no profesionales serán trasladados a cien kilómetros de altura, donde empieza la ingravidez.
Pero los expertos dicen que ese aún no es el cosmos de
verdad. Mientras tanto, por ahora solo Rusia llevará turistas a órbitas
espaciales y a la Estación Espacial Internacional.
En
1980 se empezó a hablar del turismo espacial. En EEUU incluso se llevó a
cabo un lanzamiento de prueba, que concluyó con la muerte de la
turista. Solo Rusia obtuvo éxitos en este ámbito. A partir de 2001,
naves rusas Soyuz transportaron exitosamente a la órbita espacial a
siete turistas. El primero fue el norteamericano Dennis Tito. En 2001,
tras pagar veinte millones de dólares, viajó al espacio extraterrestre,
donde pasó nueve días. Por esta experiencia y por estas impresiones se
puede pagar mucho dinero, considera Tito:
—Veintiocho
veces di la vuelta a la Tierra. Cada nuevo giro es otro dibujo de
nubes, es otro color. Uno conoce muchas cosas sobre su planeta, que gira
debajo de ti, tú lo ves, claro que no completamente, como se lo puede
hacer desde la superficie de la Luna, pero igualmente tú comprendes cuán
única e inapreciable es la Tierra. Por ejemplo, la atmósfera es
simplemente una delgada franja sobre el planeta y tú comprendes que el
hombre realmente puede influir perniciosamente sobre él.
Después
de que los transbordadores norteamericanos dejaron de volar al espacio,
solo las naves rusas Soyuz trasladan a los cosmonautas a la EEI. Para
los turistas por ahora no hay lugar. En Corporación rusa de Ingeniería
Espacial Energía hace ya varios años que se está diseñando una nave
turística especial. Y aquellos que quieren elevarse lo más posible sobre
la Tierra, solo pueden conformarse con el turismo suborbital. Tales
vuelos serán más cortos y mucho más simples, sostiene el director de la
revista Novosti Kosmonávtiki (Noticias de la Cosmonáutica), Ígor Marinin:
—Para
entrar en la órbita de la Tierra la nave debe ser impulsada a ocho
kilómetros por segundo. Y a esa misma velocidad debe entrar de vuelta a
la atmósfera. Es un problema grande por las sobrecargas y por la
temperatura. Para organizar el turismo suborbital, o sea alcanzar una
altura de cien kilómetros y después descender, se requiere un impulso de
solo 1,5 kilómetros. Por consiguiente, no se producen recalentamiento
ni sobrecargas. Esta variante es accesible para todas las personas más o
menos sanas.
Los vuelos suborbitales serán más
baratos que los orbitales. Por ejemplo, la compañía Virgin Galactic
promete llevar turistas al cosmos por dos millones de dólares, si bien
en la fase inicial del proyecto se hablaba de solo varias decenas de
miles. El primer lanzamiento está fijado para diciembre de este año. En
palabras del jefe de la compañía, el multimillonario Richard Branson,
siempre soñó no solo con volar al cosmos, sino con compartir este sueño y
esta experiencia con otras personas.
—Desde la
infancia, desde el mismo momento en que vi el descenso de cosmonautas en
la Luna, empecé a soñar con volar al cosmos. Con gran impaciencia
esperé la llegada de 1990, cuando el Gobierno declaró que está
interesado en que todos nosotros, los ciudadanos de a pie, volemos al
cosmos. Y un buen día me subí a un avión y emprendí un viaje por todo el
mundo en búsqueda de especialistas y científicos que pudieran construir
una nave espacial.
A decir verdad, muchos expertos
dudan del éxito del proyecto de Branson. El lanzamiento fue pospuesto
ya varias veces por problemas con la nave espacial. Y el vuelo en la
nave representa un gran riesgo por tan solo algunos minutos en la
ingravidez. Los vuelos a la EEI en las naves rusas Soyuz son en este
sentido una ruta turística ideal, en la que están garantizadas la
seguridad y las impresiones, concluyen los expertos.
mj/mo/er
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