Un mono araña en el Parque Nacional de Corcovado (Costa Rica). | Pablo Herreros
La batalla por alcanzar los rayos del sol es una de
las características más destacadas de las pocas selvas primarias
vírgenes que aún quedan en el mundo. Los árboles y plantas que habitan
en ellas luchan por alcanzar un lugar privilegiado en la canopia o dosel
arbóreo, a más de 30 metros de altura. Solo los que llegan a esa
altitud encuentran un hueco y sobreviven.
En las selvas, la canopia es el hogar de una flora y una fauna tan
especializada y adaptada para vivir en estas condiciones que es casi
imposible encontrarlas en otro nivel de la selva. Este es el caso del
Parque Nacional de Corcovado, en el Pacífico sur del país de Costa Rica,
uno de los últimos rincones vírgenes del planeta, lugar donde me
encuentro ahora mismo con el objetivo de observar a uno de mis primates
favoritos: el mono araña.
Tras un viaje en lancha por el Río Sierpes, atravesando manglares y
aguas repletos de cocodrilos, he desembarcado en Playa Sirena para
encontrarme con Breynand Ayala, uno de los responsable del Parque desde
hace más de 15 años. Allí nos presentamos y le pedí que me llevara al
lugar donde habitan los monos araña, para comprobar por mi mismo algunas
de las características que hacen de estos primates unos seres tan apasionantes, y por qué nos ayudan a entender al simio que todos llevamos dentro.
Caminamos durante varias horas para alejarnos de los lugares más
visitados. En las zonas fangosas que se forman en las orillas de los
ríos, nos encontramos con un magnífico ejemplar de tapir dormido, al
cual despertamos y al advertir nuestra presencia giró su cabeza.
Continuamos para no interrumpir más su siesta. En el trayecto también
había gran cantidad de tucanes y monos capuchinos que nos siguieron con sus curiosas miradas.
Breynand me contó que en esta zona los capuchinos pueden cazar serpientes venenosas
gracias a una habilidad para la que son necesarios varios años de
entrenamiento. La estrategia consiste en quedarse inmóviles cuando
detectan una. Entonces, saltan a la velocidad del rayo para atraparla
por la cabeza y arrancársela de un mordisco.
Continuamos caminando hacia el interior, donde la humedad que
desprende el suelo tras la intensa lluvia me hace sudar como nunca antes
no lo había hecho en mi vida. Esta humedad llega a ser asfixiante
si uno no está acostumbrado. Por suerte, soy cántabro. Cuando
llevábamos un buen rato tratando de localizar a los monos araña sin
éxito, llegué a pensar que no los iba a ver en esta ocasión, pero al
rato comenzaron a caer hojas y semillas de los árboles. ¡Estaban todos
allí! Un subgrupo de unos 17-20 individuos. Eran los monos araña que se estaban dando un festín sobre nuestras cabezas. De un plumazo desapareció el cansancio y el calor insoportable.
Los monos arañas habitan exclusivamente de la zona centro y sur de América. El nombre se debe a la facilidad con la que se agarra a las ramas con sus cinco extremidades, la cual recuerda visualmente a los arácnidos.
Y digo cinco y no cuatro porque poseen una poderosa cola prensil que
puede soportar su peso, gracias a la cual pueden colgarse del revés sin
problema alguno.
El mono araña es el segundo primate más veloz del mundo
tras el gibón, ya que puede rotar sus hombros hasta 320º, lo que le
convierte en un verdadero acróbata que va saltando de rama en rama,
balanceándose y agarrándose a ellas para tomar nuevo impulso hasta la
siguiente sin necesidad de parar.
'Peines de mono'
A pesar de que los monos araña tienen solo cuatro dedos y carecen de
pulgar, esto no les ha impedido innovar, ya que recientemente se ha
descubierto que también hacen uso de herramientas, como
es el caso de los palos que utilizan para rascarse zonas del cuerpo que
son innacesibles sin ayuda de algún tipo de instrumento.
Los monos araña son de las pocas especies de primates que utilizan un
sistema de fusión-fisión, al igual que hacen muchos grupos de humanos.
Esto quiere decir que por el día se dividen en subgrupos para buscar alimento,
ya que no es eficaz ir todos juntos. Cuando llega la noche, se agrupan
en grupos de hasta 50 individuos. Según los estudios, la variación
depende de la cantidad de alimento disponible. A menos alimento, más
dispersión. Este patrón es muy similar al observado en humanos.
Trabajamos por separado por el día y nos reunimos con nuestro grupo al
acabar, para hacer vida social e interaccionar con nuestras familias.
Pero uno de los comportamientos que más me llamó la atención y que tuve la inmensa suerte de presenciar en vivo, fue el uso de peines para acicalarse a ellos mismos.
Se trata de unas bolas con pinchos que caen de unos árboles llamados
'peines de mono', muy similares en forma y tamaño a las que proporcionan
los castaños en Europa pero menos punzantes. Con estas bolas se peinan y
alisan el pelo. Además, al contener aceites son excelentes para el cuidado del vello. Después, las abren y se comen unas semillas que se encuentran en el interior.
Cuando los científicos han analizado los componentes de dichas semillas, han hallado altas concentraciones de minoxidil, un compuesto que se ha usado como crece-pelo durante décadas.
No me extraña que farmaceúticas de todo el mundo estén investigando las
selvas de Costa Rica en busca de nuevos principios activos con los que
paliar enfermedades humanas.
Tras pasar un buen rato observando al grupo, el atardecer se nos echó
encima. Era hora de regresar y poner fin a dos semanas de largas
observaciones de primates en Costa Rica. No es la primera vez que estaba
en estas latitudes y estoy seguro de que no será la última. Echaré de
menos los olores y ruidos de la selva. Costa Rica 'suda' Pura Vida por todos sus poros.
Pablo Herreros
http://www.elmundo.es
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