Todas nuestras células tienen los mismos
genes pero una célula de la retina realiza un trabajo muy diferente a
una del corazón. ¿Cómo? Regulando los mismos genes de forma distinta;
esta es la función del epigenoma. Los factores externos le influyen y
ahí radica la explicación de muchas enfermedades. Manel Esteller,
director del Programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto
de Investigación Biomédica de Bellvitge (PEBC-IDIBELL) nos descubre sus
claves
Nuestras células y por tanto nuestro aspecto,
nuestras funciones, están determinadas por nuestro material genético. El
material genético de los humanos es el ADN y está dividido en
fragmentos que son las unidades que lo hacen funcionar; cada una de
estas unidades es un gen. Los seres humanos tenemos unos 30.000 genes
que nos hacen funcionar.
“Lo que sabemos hoy en día es que hay alteraciones de lo genes
asociados con enfermedades como el cáncer, retraso mental, enfermedades
cardiovasculares, etc… Estas alteraciones son las mutaciones típicas que
suceden en los genes, cambios en la estructura de los genes”, explica
el doctor Manel Esteller.
Recientemente se ha unido un nivel de complejidad: además de estar alterados de forma genética cambiando sus piezas, los genes también pueden estar desregulados cambiando su activación o inactivación.
El gen está intacto pero está encendido o apagado. Este encendido o
apagado de los genes tienen que ver con unas marcas químicas que se
asocian al gen, grupos químicos que se añaden al gen para encenderlo o
apagarlo.
“Estas señales químicas que regulan la actividad de los genes es lo que llamamos el epigenoma y la epigenética es la herencia de actividades genéticas que no son debidas a la secuencia de los genes, no debidas a cambios estructurales del gen sino a cambios que se superponen”, nos explica el doctor.
“El genoma sería como el abecedario y el epigenoma, la acentuación de ese abecedario. Poner un acento, mayúsculas, negritas, cursivas sin cambiar el mensaje; lo que hace es regular ese mensaje, destacarlo, disimularlo, etc.. es una forma que tenemos de regular nuestro genoma”, afirma Esteller.
Cada gen en su sitio
Tenemos un programa epigenético que nos define como especie, un
programa fisiológico normal, sano que se determina en cada generación.
“Esto nos permite que un gen se exprese en un tejido y no en otro; tiene
que ver con la reproducción, con mecanismos varios celulares. Es
fisiológico, por tanto no es externo; es el epigenoma que hemos heredado
a nivel evolutivo”, aclara el doctor.
Cuando hablamos acerca de “la expresión de un gen” nos referimos a la activación de ese gen; la denominada “perdida de expresión”
significa que ese gen no funciona. Una célula de retina ha de expresar
el gen que permite captar la luz pero ese gen no debe ser activo en el
corazón porque no tiene función allí. La activación de ese gen estará en
la retina.
Factores externos y cambio
El epigenoma refleja en mayor medida los cambios ambientales.
“Es cierto que hay factores externos
que nos pueden hacer cambiar el epigenoma. El genoma es más resistente a
los cambios. Solo cambios externos muy fuertes, como una radiación
extrema, lo pueden cambiar”, afirma Esteller.
El epigenoma es más sencillo que cambie. “Siempre es
más sencillo poner un acento abierto o cerrado o cambiar una cursiva
que cambiar muchas letras dentro de una palabra”, explica el doctor.
“Lo que hemos visto es que a medida que te vas haciendo viejo,
el epigenoma va cambiando hacia peor, se va perdiendo esa fidelidad de
la activación según tejidos y sabemos que hay conductas que aceleran el
proceso. Hay envejecimientos prematuros debido a cambios epigenéticos”, asegura.
Sabemos que el tabaco, el alcohol, una dieta rica en grasas saturadas
o la exposición solar excesiva son capaces de inducir cambios
epigenéticos no deseados. “El proceso contrario, por tanto, también
existe, pues conocemos conductas que enlentecen el envejecimiento”,
afirma este expesto.
¿Podemos aumentar la vida del hombre?
Sabemos que en el laboratorio podemos aumentar el tiempo de vida de determinadas especies como son levaduras, gusanos o un ratón pero, ¿podemos hacerlo con humanos?.
“Los estudios son complicados de hacer pero sabemos que hay humanos
que poseen determinadas alteraciones genéticas y epigenéticas que hacen
que vivan más tiempo que otra gente. Por tanto, es posible hacer que determinadas personas se parezcan a las otras, a las que viven más, modificando su epigenoma”.
“Parece ser que determinadas conductas y marcas químicas sí que
tienen un efecto en nuestra descendencia. Está demostrado en ratones,
plantas, que hay determinadas alteraciones ambientales que suceden en el
organismo y pasan a la siguiente generación. En humanos sabemos que
sucede a veces: hay defectos de columna vertebral que pueden pasar a la
siguiente generación, sabemos que también ocurre, en ocasiones, con el
peso corporal. Son puntas de lanza que sugieren que puede ser así”,
afirma el doctor Manel Esteller.
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